El pasado miércoles en Morelos, como en el resto del país, se conmemoró un año más del Día Internacional de la Mujer. Durante muchas décadas, la frase más recurrida cada 8 de marzo es “no hay nada qué celebrar”. Sin embargo, siendo objetivos, en estos momentos las mujeres de Morelos sí tienen mucho porqué festejar dado que las conquistas del feminismo son muchas en todos los ámbitos.
Veamos:
En el Poder Legislativo federal, de una mujer en la 42 Legislatura (lo que representaba el 0.6 por ciento del total de legisladores) pasó a 13 en 1964 y luego 32 en 1979; en el 2000, subieron hasta 80 pero aún así eran sólo el 16 por ciento de los 500 miembros de la Cámara, y en el 2009 llegaron a 140.
Hoy sabemos que es obligatorio que la mitad de los integrantes de cualquier Cámara debe ser del género femenino, y que en algunos casos han sido más las mujeres, como ocurrió en Morelos la pasada legislatura.
En el Poder Judicial, también las mujeres han conquistado muchos espacios y aquí no es por el principio de paridad. Tiene mucho tiempo que las féminas se han ganado a pulso sus lugares en los juzgados y las magistraturas, e incluso en la presidencia del Tribunal Superior de Justicia, donde Carmen Cuevas y Nadia Lara estuvieron dos periodos cada una.
En el Poder Ejecutivo, hubo un poco de resistencia al principio, pues sólo había tres mujeres en el Gabinete de Cuauhtémoc Blanco, ya después incorporó a dos más y actualmente son ocho hombres, ocho mujeres.
Tenemos casos como el Tribunal Estatal Electoral, donde por primera vez en la historia las tres magistraturas están ocupadas por mujeres.
En la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, se dio un caso inédito el año pasado, cuando por órdenes de un Juzgado de Distrito hubo una convocatoria para ocupar la dirección de esa institución, pero dirigida sólo a mujeres.
Ahora se dice que en el próximo proceso para elegir titular de la Rectoría de nuestra máxima casa de estudios sólo deberán participar mujeres, lo que desde nuestro particular punto de vista es absurdo, pues en todos los cargos públicos debe haber las mejores personas, sin importar su género.
Como podrá observarse, a nivel gobierno ya existe paridad de género, aunque todavía las diputadas y regidoras sigan siendo las esposas de los que pagan las campañas.
Ahora lo que falta es que ese respeto por la mujer se ponga en práctica en los sectores de menor nivel socioeconómico, donde prevalece el machismo, la violencia y, desgraciadamente, el feminicidio.
Ese es el reto para las autoridades: porque para garantizar el derecho a la paridad de género, primero se le tiene que garantizar el derecho a la vida, y hasta este momento, no están cumpliendo.