El caso de Daniel Arizmendi fue uno de esos sucesos que quedarán grabados en la memoria de México. Un joven que pasó de ser empleado en un taller de ropa de bebé a ser uno de los hombres más temidos del país. Esta es la historia de "El Mochaorejas".
Nacido el 22 de julio de 1958; hijo de Catarino Arizmendi Iniestra y María López Juárez, Daniel Arizmendi López creció en el seno de una familia humilde en Miacatlán, Morelos. Lamentablemente para él, vivió una infancia muy difícil, pues su padre era un hombre agresivo, por lo que constantemente sufría abusos físicos por parte de él (y hasta de su madre).
A los 16 años, decidió ponerle fin a sus estudios y comenzó a trabajar en un taller que tenía su padre donde hacían ropa para bebé. Ya para 1977, a la edad de 20 años, contrajo matrimonio con Lourdes Arias García, con quien tendría 2 hijos, sin embargo, fue un padre y esposo muy frío.
El secuestrador más sádico en la historia de México
Pasó de trabajar en el taller de su padre a formar parte de la Policía Judicial de Morelos, suceso que cambiaría su vida para siempre. Fue en este punto donde Daniel Arizmendi, "El Mochaorejas", conoció a un hombre que se dedicaba a robar vehículos abriéndolos únicamente con un desarmador y pinzas de presión, y tras permanecer como elemento de seguridad 2 meses, Arizmendi comenzaría su carrera delictiva formando una banda de más de 15 personas dedicadas exclusivamente a robar vehículos en Ciudad de México (antes Distrito Federal).
Si bien este modus operandi le proporcionaba alrededor de unos 80 mil pesos mensuales, Arizmendi quería más, y fue así como tras una conversación con su sobrina, saltó a la plática la posibilidad de secuestrar a una persona en Cuernavaca, por lo que entendió que, privando de la libertad a otros, podría conseguir más dinero y de manera más fácil.
Tras reunir a un grupo de personas de su confianza, llevarían a cabo el primero de muchos secuestros que aterrorizarían a todo el país. El 11 de junio de 1995 privaron de la libertad a su primera víctima: un hombre dueño de una gasolinera por quien se pediría un rescate de un millón de pesos, monto que después de varias negociaciones quedaría en 350 mil, para después dejarlo en libertad.
El 7 de diciembre de 1995, irían por su segunda víctima: Leobardo Pineda, un hombre que era dueño de varias bodegas en Ixtapaluca, Estado de México, a quien tendrían cautivo por más de 2 meses; sin embargo, la familia se reusaba a pagar por su rescate, acto que enfureció a "El Mochaorejas", razón por la que procedió, por primera vez, a realizar lo que tiempo después se volvería su marca personal.
Con la ayuda de dos de sus hombres, Arizmendi tomó unas tijeras (las mismas que se usan para cortar el pollo), sujetó de la cabeza a su víctima y, sin remordimiento alguno, cortó una de sus orejas. Fue así como empezó a intimidar y presionar a las familias de todos sus secuestrados para que realizaran el pago que se les pedía, acto que rápidamente se dio a conocer en medios de comunicación, nombrándolo, así como “El Mochaorejas”.
“Cuando no me daban lo que pedía, los mutilaba para que accedieran… al mandarles una oreja creo que es una impresión muy grande para cualquier gente”, contó en una entrevista después de su captura.
La detención y sentencia de “El Mochaorejas”
Tras haber llevado a cabo más de 21 secuestros y haber mutilado a más de 180 personas, el 17 de agosto de 1998, Daniel Arizmendi, "El Mochaorejas”, fue interceptado por elementos de la Policía Judicial en el Estado de México. Por fin, las autoridades veían el rostro del hombre más buscado del país en ese momento.
Tras su detención, fue revelado que se encontraron actas de nacimiento con identidades falsas emitidas por el mismo registro civil, se incautaron 18 propiedades, más de treinta millones de pesos, 600 centenarios y más de 500 mil dólares.
El 22 de agosto de 2003 fue condenado a 50 años de prisión por los delitos de privación ilegal de la libertad en la modalidad de secuestro, delincuencia organizada, posesión de armas de fuego y homicidio calificado. Cabe destacar que la suma de todas las condenas daba un total de 393 años de cárcel, sin embargo, la pena máxima para permanecer en prisión en México es de solo 50 años.
“El Mochaorejas” ha declarado en diferentes ocasiones que no siente ningún tipo de arrepentimiento, asegurando que lo volvería a hacer sin pensarlo. Incluso ha expresado que no secuestraba solo por ganar dinero, era una cuestión de adrenalina y de probarse a sí mismo que podía hacerlo.
“Yo creo que sí volvería a empezar. Aunque tuviera 100 millones de dólares lo volvería a hacer. Secuestrar era para mí como una droga, como un vicio. Era la excitación de saber que te la estabas jugando, que te podrían matar. Era como adivinar, ahora le corto una oreja a este cuate y va a pagar. ¡Y pagaban! No sentí nada ni bueno ni malo al mutilar a una víctima; era como cortar pan, como cortar pantalones”, dijo.
“Cortar orejas era normal para mí, ni me daba miedo ni me daba temor. Como si fuera una cosa normal. Matar, secuestrar, todo es normal”, declaró el sujeto cuyo relato es digno de una historia de terror.
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